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010

Expediente 010 : Cartas sobre Porfirio Díaz, al dejar la presidencia

Autores: 
SALADO ÁLVAREZ, Victoriano y Francisco León de la Barra

Cartas entre el licenciado Victoriano Salado Álvarez y Francisco León de la Barra en relación a asuntos con el general Porfirio Díaz al dejar la presidencia.

Ficha técnica
Título del expediente: 
Cartas sobre Porfirio Díaz, al dejar la presidencia
Donador: 
RABASA DE RUIZ VILLALPANDO, Ana Elena
Autores: 
SALADO ÁLVAREZ, Victoriano y Francisco León de la Barra
Tipo de documentos: 
Carta
Fechas: 
07/1931 - 08/1931
Lugar de escritura: 
México, D.F.
Descripción: 
Dos cartas entre el licenciado Victoriano Salado Álvarez y Francisco León de la Barra en relación a asuntos con el general Porfirio Díaz al dejar la presidencia.
Documentos digitalizados: 
application/pdf iconexp10_compressed1.pdf

Expediente 010

- Descarga el archivo

Carta 1

109, Boulevard Malesherbes
París, 14 de Agosto de 1931

Señor Licenciado
Don V. Salado Álvarez
Avenida Insurgentes, 15.
México

Mi querido y buen amigo:

Mucho gusto me dio leer la carta de Vd.; de 8 de julio, remitida por conducto de nuestro amigo el Sr. Lic. Limantour, tanto por los recuerdos que me trae de Vd. a quien estimo muy sinceramente, como por la noticia de la redacción de sus Memorias, que serán una fuente de información digna de fe para todos los que quieran conocer un periodo muy interesante de nuestra historia. Usted ha sido actor en muchos hechos importantes o testigo inmediato de ellos; su criterio, recto y claro, se traducirá en sus juicios acerca de las cosas y de personas, y la forma de su narración hará agradable y fructuosa la lectura de sus Memorias.

Yo he comenzado a redactar las mías. Por desgracia, no he podido seguir escribiendo "Algunas páginas de la historia de México", interrumpidas por las terribles pruebas a que Dios se sirvió someternos, al llamar así los hijos que he perdido, cada día más extrañados, y después, por la abundancia y la delicadeza de los trabajos profesionales necesarios para sostener modesta y decorosamente a los míos, y por el desempeño de los cargos de arbitro y de mediador con que he sido honrado.

Se sirve Ud. preguntarme lo que haya de cierto en las afirmaciones de nuestro finado amigo Manuel Calero acerca del ofrecimiento que el Señor General Díaz me hiciera en 1910 para sucederle en la Presidencia de la República. Voy a contarle a Ud. brevemente lo que pasó a ese respecto.

El 6 de Septiembre de ese año, después de almorzar con el Señor General Díaz, con su señora, con Don Ramón Alcázar y con Pablo Escandón en Chapultepec, el señor Presidente me habló en términos generales de la situación política de México. Acababa yo de llegar a Washington, y ese viaje había sido decidido en vista de una carta personal de Rafael Chousal, Secretario, como Ud. recordará, del señor Presidente.

Paseando ese día por una de las terrazas, el Señor General Díaz me expuso el temor que le causaba el mal estado de la salud del Sr. D. Ramón Corral, más grave de lo que creía -se refirió a una opinión reciente del doctor Don Guillermo Parra, según creo recordar- y me dijo que debía preever la solución adecuada para el caso de que esos pronósticos se realizaran. Agregó que había pensado en un cambio en la composición del gabinete, y que tal vez me pediría que yo ocupara el puesto de Secretario de Relaciones. Yo le di las gracias por la muestra de confianza y el honor que significaban esa indicación, pero creí debido señalarle los incovenientes que mi presencia en el Gabinete, en ese puesto tan importante (especialmente por el estado de salud del Sr. Corral), podría traer en la marcha política del país. Alejado de México por largos años, en el desempeño de funciones diplomáticas, no había estado durante ese tiempo en contacto con los elementos políticos más señalados, y por lo tanto, no tenía yo el prestigio necesario para poder imponerme en el país. El Señor General Díaz me oyó con mucha atención y me respondió en breves palabras que justamente, esa circunstancia le había hecho pensar en mí, pero iba a reflexionar acerca de lo que yo le había dicho.

Poco tiempo después, al despedirme de él, a principios de Octubre, para regresar a Washington, se limitó a decirme que había pensado mucho en lo que yo le había dicho y que tal vez recibiría yo noticias suyas acerca de ese asunto.

Inútil es que le diga a Ud. -hablándole como le hablo con todo sencillez y franqueza- que la indicación del Señor General Díaz me halagó profundamente, por ver de quien venía y por lo que ella significaba para mí; pero debo agregar que en esos momentos, en el espacio de una fracción de segundo, entreví la terrible responsabilidad -que más tarde acepté- de tomar el poder en tan difíciles condiciones. No era posible, en efecto, dar otra respuesta, por consideraciones patrióticas, que debían sobreponerse a todo motivo personal que en contra se me ofreciese.

Creo que, con las líneas anteriores, dictadas rápidamente, cumplo los deseos de Ud.

Deme de vez en cuando noticias suyas, que espero muy afectuosamente, tan buenas como mi amistad a Ud. las desea. Yo sigo trabajando como de costumbre y en buena salud, gracias a Dios. Mi excelente compañera y yo viajamos mucho, a causa de la índole de mis obligaciones. En estos últimos meses, un viaje a los países balcánicos, por negocios internacionales, y otro a Inglaterra (fui invitado a asistir a la reunión del Instituto de Derecho Internacional en la Universidad de Cambridge) nos han servido de relativa distracción. Tal vez tendremos que salir próximamente a Varsovia por una muy amable invitación recibida.

Sírvase saludar a su señora en nuestro nombre muy atenta y afectuosamente y créame su amigo, que lo estima y lo quiere. Muy sinceramente J.L. de la Barra.

Carta 2

V. Salado Álvarez
V. Insurgentes 15
México, a 8 de julio de 1931
Sr. Lic. Don Francisco de León de la Barra,
Boulevard Courcelles,
Paris, Francia.

Mi respetado y nunca olvidado jefe:

Quizás haya llegado a sus noticias que estoy escribiendo mis Memorias, que como la historia del Doctor Ortega Reyes comprende desde la creación del mundo hasta Don Venustiano Carranza. Lllegué ya a la época de la Revolución, y al explicar la causa de ésta, consultando mis papeles, me hallé con una carta de nuestro finado amigo, Manuel Calero, en que me contesta en lo particular una pregunta que le hice tocante a ciertos asuntos; y como en una polémica vieja, de 1920 o cosa así, hubiere yo referido que en enero o febrero de 1920, cuando esperábamos el acuerdo del Sr. Gral. Díaz varios ministros, y yo que era subsecretario, usted salió y nos dijo que le había indicado el Señor Presidente, que estuviera listo para hacerse cargo de una cartera. Calero entonces, me escribió desde Nueva York a San Francisco, una carta en que me decía lo siguiente: "Por lo que se refiere a esa noticia del Sr. de la Barra, no le dijo a ustedes toda la verdad, para lo cual estaba en su perfecto derecho. Tengo carta suya reciente en que me dice que el Gral. Díaz no sólo lo llamó en esa vez, sino que DESDE SEPTIEMBRE DE 1910 LE HABÍA PREVENIDO QUE SE ALISTARA PARA HACERSE CARGO DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA".

¿Podría usted decirme si es exacta la especie que Calero me transmitió, puesto que serviría mucho para aclarar cosas pasadas?

Por aquí se ha dicho que viene usted a establecerse de nuevo en el país. Aunque yo lo dudo, lo deseo sinceramente, por más que esto esté convertido en una positiva ruina.

Sírvase saludar de parte mía y de mi mujer a la señora y la familia, y creer en el afecto constante de su respetuoso subordinado.

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