Papeles de familia

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Expediente 002 : Papeles de la familia Reynoso

Autores: 
REYNOSO HIJAR, Salvador I.

Contiene "Relación genealógica de la familia y linaje Reynoso", "Cartas, poemas y diversas composiciones realizadas de 1898 a 1846" y "Memorias de Puebla". Diversos impresos relacionados con acontecimientos significativos del autor, reunidos en un libro por la familia Reynoso Ruiz.

Ficha técnica
Título del expediente: 
Papeles de la familia Reynoso
Donador: 
SANCHEZ DE TAGLE, Esteban
Autores: 
REYNOSO HIJAR, Salvador I.
Tipo de documentos: 
Memorias
Tipo de documentos: 
genealogía
Tipo de documentos: 
poemas
Tipo de documentos: 
composiciones
Fechas: 
01/1889 - 01/1946
Lugar de escritura: 
México D.F., Puebla
Lugares citados: 
México, Puebla, Guanajuato
Descripción: 
Contiene "Relación genealógica de la familia y linaje Reynoso", "Cartas, poemas y diversas composiciones realizadas de 1898 a 1846" y "Memorias de Puebla". Diversos impresos relacionados con acontecimientos significativos del autor, reunidos en un libro por la familia Reynoso Ruiz.
Documentos anexos: 
Algunas composiciones poéticas que merecen ser guardadas, participación del nacimiento de José Salvador Reynoso Hijar, Invitación a la boda de Salvador Reynoso Hijar y María Teresa Obregón, participación del 25 aniversario de ese matrimonio, nota necrológica de periódico relativa a la muerte de Salvador Reynoso Hijar firmada por Mariano Alcocer
Documentos digitalizados: 
application/pdf icon02.completo.pdf
Documentos digitalizados: 
application/pdf icon02genealogiaylinaje.pdf
Documentos digitalizados: 
application/pdf icon02cartasypoemas.pdf
Documentos digitalizados: 
application/pdf icon02memoriasdepuebla.pdf
Documentos digitalizados: 
application/pdf icon02composicionespoeticas.pdf

Expediente 002

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- Versión completa

Por temas:
- Genealogía y linaje
- Cartas y poemas
- Memorias de Puebla
- Composiciones poéticas

A mi querido tío el Sr. Ing. D. Francisco Reynoso

Memorias de Puebla

A MI QUERIDO TÍO EL SR. ING. D. FRANCISCO REYNOSO

I PRÓLOGO

Puebla, 12 de enero de 1913

Querido tío:

Un año ha transcurrido desde que salí de Guanajuato para radicarme en la Capital de la República, siendo como lo sabes, el motivo de mi salida, más bien buscar amplios horizontes para mis legítimas aspiraciones profesionales, que la decepción que me causara el resultado de nuestra campaña política.

Es muy cierto que al dejar mi tierra me traía el corazón oprimido por separarme de mi familia, de mis amigos y de los lugares tan queridos para mí; pero era más grande la pena que experimentaba por la convicción adquirida de la distancia que separa aún a nuestro pueblo de estar apto para el ejercicio de la democracia.

Tu fuiste mi compañero de lucha y a tí, más que a ningún otro debo las muchas enseñanzas adquiridas en ese tiempo; enseñanzas que me servirán más de una vez en la vida, pero que dejaron mi alma sin las dulces ilusiones que se acarician con fruición a los treinta años.

Yo era ajeno a la política, me repugnaba no sé si por intuición o por desconfianza; me resistía a tomar parte en la lucha que iba a comenzar, pero tú me animaste haciéndome ver que era para mí una obligación, que los buenos ciudadanos debíamos preocuparnos por la cosa pública, y que si los bien intencionados, los que de corazón profesábamos las ideas democráticas, nos absteníamos de hacer la campaña, dejaríamos el campo a merced del enemigo y dejaríamos la resolución de los arduos problemas políticos que atañen a la Patria, en manos de los demagogos, de los incoscientes, de los malos ciudadanos, interesados más en sus ventajas personales que en el bien común.

Tus razones me convencieron y por cooperar con mi contingente a la felicidad procomunal, dejé el exámen sereno de los problemas jurídicos y sociológicos a que estaba acostumbrado mi espíritu, y que nunca turbaron la placidez de mi conciencia, para alistarme como simple soldado en las filas políticas que entrarían al combate bajo la bandera de "orden, justicia y paz", luchando por dar al Estado de Guanajuato, nuestra bendita tierra, un gobernante probo, justiciero, progresista y amante del pueblo.

Tú por tus merecimientos y yo por la bondad de nuestros correligionarios, ocupamos algunos de los primeros puestos, y debemos estar satisfechos de nuestra labor.

¿Cuál fue el resultado? Tú lo sabes, como sabes también que, respetuosos y demócratas, nos inclinamos ante el fallo de la Legislatura que aseguró haber triunfado en los comicios otro candidato que el nuestro.

¿Después?... Tú has aceptado un puesto, honroso por cierto, en el gobierno del triunfante; yo he vuelto a la vida privada, lejos de la política, lejos de las pasiones que destierran la paz del alma, y lejos también de mi tierra, de mis amigos y de mi familia; pero gozando de la tranquilidad de espíritu que alcanzo en mis labores cotidianas.

Seis meses permanecí en la Metrópoli y hoy hace otros seis que llegué a esta Ciudad, en donde he plantado mi tienda.

Conoces mi afición por el estudio de los hombres y de las cosas y puedes creer que no he perdido el tiempo en el año transcurrido; por el contrario, mi cartera está pletórica de notas que tal vez muy pronto salgan a la luz.

En tus cartas me has demostrado, con tu peculiar cariño por mí, el deseo de conocer mis observaciones personales durante ese tiempo, y correspondiendo a tus deseos doy principio con ésta a una serie de cartas en las que te narraré mis impresiones, mis observaciones, y las reflexiones filosóficas que me han sugerido aquellas.

Dejo para otra obra que estoy completando, narrar desde mi salida de Guanajuato y me voy a concretar a referirte desde mi llegada a esta Ciudad; es decir, mis cartas serán unas "memorias" acerca de Puebla y en ellas procuraré hacerte algunas descripciones, haré algo de historia, y te relataré leyendas y tradiciones que he recogido y que son interesantes.

Cada ciudad tiene su historia, sus monumentos, sus tradiciones; le son peculiares determinadas costumbres, algunos términos filológicos, en fin, hay en cada localidad muchas circunstancias dignas de estudio y acá he encontrado un vasto campo para mis investigaciones sociológicas, por lo que creo un deber mío emprender la tarea de ordenar mis anotaciones privadas y formar con ellas esta obra que te dedico con el cariño que siempre he sentido por tí.

Si mis "Memorias de Puebla" resultan de tu agrado, podrás coleccionarlas y conservarlas como un recuerdo mío; mas si no merecieren tu aprobación, quedas autorizado para romperlas en mil pedazos y esparcir sus fragmentos por aquellos lugares, para mí tan amados, donde nací, donde paśe los primeros treinta años de mi vida, donde habitan tantos seres queridos y donde es mi deseo que reposen algún día mis cenizas.

Tu afectísimo.
Sirho.

II Origen y Nombre

Puebla, 21 de enero 1913

Querido tío:

Sabes muy bien que la gran mayoría de nuestras ciudades, cuya edad pueda contarse por siglos, (ya porque daten de los tiempos precortesianos, ya porque hayan nacido durante la dominación española) conservan tradiciones y monumentos que constituyen su propia historia.

Hijas del poderoso Anahuac o de la legendaria España, casi todas poseen valiosos elementos que reunidos forman la historia patria.

En nuestro territorio mexicano, el que tenga un espíritu observador, encontrará por todas partes esos elementos esas páginas sueltas del libro de la historia; aquí, ruinas en cuyas piedras carcomidas se ven aún jeroglíficos que relatan los hechos acaecidos hace muchos siglos, o cantan las proezas de algún guerrero; allá una majestuosa pirámide que muestra a las presentes, la grandeza de las pasadas generaciones; acullá, palacios, teocalis y coesillos que han sido el arca de santa en que se conservara la historia de nuestros antepasados, relatada por muros, inscripciones, armas y utensilios.

Por donde quiera templos, conventos, edificios y monumentos que nos hacen recordar los tiempos en que nuestra patria se llamó la Nueva España; y entre ese conjunto de ruinas, palacios, templos y reliquias, se encuentran palpitantes, leyendas y tradiciones que son hoy la llave de tanto misterio y que recojidas y conservadas con verdadero amor filial nos permiten ostentar una historia verdaderamente grandiosa.

Puebla, también, conserva sus ruinas, sus momentos, sus tradiciones... ¡También tiene su historia!

Dos son las tradiciones que se conservan acerca del origen de la ciudad.

Según la primera, por los años de 1527 a 1528, Esteban Zamora, originario de Tlaxcala, estableció una pequeña venta en el lugar que hoy ocupa el Hotel Francés, con el objeto de explotarla hospedando a los viajeros que se dirigían de Veracruz a México o viceversa.

Poco después se le unió su pariente Pedro Jaimes, herrador de oficio, quien estableció allí su banco.

Más tarde, y en derredor de aquella venta, se estableció una familia de curtidores, de apellido "Ángeles", cuyos miembros eran muy numerosos y fueron construyendo sus habitaciones y edificaron una iglesia provisional.

Esas construcciones fueron el origen de la actual ciudad, desarrollándose poco a poco, a medida que crecía el número de sus moradores.

La segunda tradición es más grandiosa, más atractiva y más propia de una ciudad que como Puebla bien puede sentirse orgullosa de su prosperidad.

En el año de 1529 ocupaba la Silla Episcopal de Tlaxcala Don Fray Julián Garcés, hombre de ideas avanzadas que se preocupó por establecer una ciudad entre Veracruz y México, tanto para proporcionar un lugar de reposo a los españoles que se dirigían a la Capital después de larga y penosa navegación, como para extender más y más la fe católica en el vasto territorio de la Nueva España.

Cuentan las crónicas que ese pensamiento se arraigó de tal manera en el espíritu del buen Obispo, que no había otro alguno que tanto lo preocupase. Por fin, una noche tuvo el prelado un sueño que él juzgó revelador; veía una vega hermosísima y de extraordinaria fertilidad encerrada entre dos ríos; en su extensa superficie se levantaban dos cerros de los cuales el uno recibía los primeros rayos de sol y el otro, frente al primero, era suavemente acariciado por el astro rey al hundirse en el ocaso. Diversos manantiales se encontraban en el terreno, ofreciendo sus aguas para quien viniera a disfrutarlas. Veía, también, que dos ángeles medían el campo y trazaban una ciudad.

Al día siguiente, firme en su propósito y recordando el sueño, salió con sus familiares, se dirigió hacia el sur y como a seis leguas de Tlaxcala encontró el sitio que su fantasía le había mostrado en sueños.

Recorrió el terreno en todas direcciones y ya fatigado entró en la venta de Esteban Zamora, y cuentan que, cuando hubo reposado un poco, exclamó: "este es el sitio que mostró el Señor y aquí quiere que funde la nueva ciudad".

De regreso a Tlaxcala redactó un largo y circunstanciado memorial que remitió a España, solicitando la licencia correspondiente para verificar la nueva fundación.

La Reina de España concedió el permiso por Real Cédula expedida en Ocaña el 18 de enero de 1531, y recibida en México, la Audiencia comisionó al oidor Lic. D. Juan Salmerón para que, de acuerdo con el Obispo de Tlaxcala, procediese a la fundación acordada, la cual se llevó a cabo el día 16 de abril del mismo año.

Dicen los que lo saben que la Fundación se hizo con toda solemnidad: el sabio y caritativo misionero Fray Toribio de Benavente, a quien los indios llamaban "Motolinía", celebró la misa en un altar que se improvisó en el sitio que hoy ocupa el Portal Iturbide, asistiendo a ella los conquistadores, los fundadores y muchos indios; concluida la misa, D. Hernando de Saavedra, Regidor de Tlaxcala y Agrimensor, procedió a hacer el trazo de la ciudad, por mandato de la Audiencia.

Los indios que iban a encargarse de los trabajos ejecutaron diversos bailes y entonaron cánticos religiosos, acompañándose en sus instrumentos y llevando trajes muy vistosos.

Los trabajos comenzaron con gran actividad y el conquistador Alonso Marín, que era perito en arquitectura verificó el reparto de los terrenos o lotes entre los primeros pobladores, y cuéntase que, para dejar fuera de duda su honradez, cedió su propio lote para que en él se edificara la Catedral. Desde entonces se le dio el sobrenombre de Partodor.

Por Real Cédula de 28 de septiembre del mismo año, la Reina Regente concedió a la nueva fundación el nombre de "La Puebla de los Ángeles" y otorgó a sus habitantes algunos privilegios, como los de no pagar "pecho" ni "alcabala" durante treinta años.

Parece que coincidió la expedición de la mencionada Cédula en Medina del Campo, con la conclusión de los primeros trabajos e inauguración de la fundación, pues según los datos que obran en los archivos municipales "fue fundada la ciudad por los días 28 y 29 de septiembre de 1531", por lo que se juró como su Patrón Principal a San MIguel Arcángel y aún se celebran ahora en el día de este Santo las fiestas anuales de conmemoración con gran solemnidad.

El emperador Carlos V., por decreto de 20 de marzo de 1532 le concedió el título de "Ciudad de la Puebla de los Ángeles" y en 1538 le otorgó el derecho de usar escudo de armas.

Gracias a la amabilidad de mi amigo el Sr. D. Manuel Rivadeneyra y Palacio, Secretario del Ayuntamiento de esta Ciudad he tenido la satisfacción de examinar detenidamente el escudo de armas y el decreto que lo contiene.

En el lugar preferente del Salón de Cabildos se encuentra un elegante marco que contiene ese documento, que es por demás interesante.

Para facilitar mis investigaciones, el Sr. Rivadeneyra, que es un literato y gusta, por lo mismo de estos estudios me obsequió un ejemplar del Boletín Municipal correspondiente al número extraordinario publicado con motivo de las fiestas del Centenario de la Independencia Nacional.

En ese número se encuentra una copia fiel del decreto y del escudo, hecha a colores y que fue editada en los talleres de imprenta y grabado de nuestro paisano D. Enrique del Moral.

El escudo es de forma "acorazada", como podrá ver por la figura No.1 conque ilustro esta carta; sobre fondo azul se destacan dos ángeles vestidos de blanco y púrpura, que parecen descender del cielo y colocan sobre un campo verde un edificio que simboliza una ciudad, con cinco torres de oro, siendo la más alta la del centro, le siguen en tamaño las dos que están a sus lados y son más bajas las otras dos, situadas también una a la derecha y la otra a la izquierda. El campo verde está limitado al frente por una caudaloso río; en el fondo azul y casi sobre los ángeles, se ven dos letras doradas, una C a la izquierda y una V. a la derecha, que significan "Carlos V".

El escudo está rodeado por una orla roja que sigue su forma y que lleva, en letras de oro, esta inscripción; "ANGELIS SVIS DEVS MANDAVIT DETE VI CUSTODIANT TE IN OMNIBUS VIIS TVIS".

Las dos tradiciones de que te he hablado me parecen aceptables y no encuentro que se contradigan , sino antes bien, creo que se completan y confirman la una a la otra, pues en la segunda se dice que el Obispo Garcés, fatigado, entró en la Venta de Zamora, lo que indica que tal Venta existía con anterioridad; pero sí reputo más seguro que el nombre de "de los Ángeles" le viene a la ciudad del sueño de su fundador, pues así lo confirma el escudo que he procurado describirte fielmente.

Si los primeros moradores fueron los miembros de la familia "Ángeles", puede ser una mera coincidencia, y aún es probable que tal familia haya tomado ese apellido del nombre de la Ciudad, pues tú sabes que los nombres de poblaciones han dado nacimiento en nuestro idioma a muchos apellidos.

Por otra parte, el sueño del Prelado Tlaxcalteca nada tiene de inverosímil, pues casi todos los que trabajamos intelectualmente hemos experimentado el fenómeno psicológico tan común de resolver en sueños algunos problemas que nos han parecido difíciles en estado de vigilia.

Es muy explicable que la idea del Obispo Garcés de encontrar un sitio para hacer la fundación, idea que lo traía grandemente preocupado, persistió en su imaginación y le excitó el sueño que dio motivo al establecimiento de esta ciudad.

Los poblanos, amantes como pocos de su hermosa Capital, nunca han pretendido rechazar ese origen, admitiendo unos la parte sobrenatural del sueño y dándole otros la explicación psicológica que le corresponde.

El 24 de febrero de 1561, Felipe II, por Real Cédula fechada en Toledo, le concedió el título de "muy noble y muy leal ciudad".

El 6 de septiembre de 1845, el Congreso General le otorgó el renombre de "invicta", y el 14 de septiembre de 1862 el Gobierno de la República dispuso que se llamara "Puebla de Zaragoza, en memoria de nuestro General vencedor de los franceses.

Así, pues, hoy los católicos y la Iglesia le llaman "Puebla de los Ángeles" y en el lenguaje oficial o del Gobierno se le llama "Puebla de Zaragoza".

Tu afectísimo.
Sirho.

III Panorama

Puebla, 8 febrero 1913.

Querido tío:

Por mi anterior conoces ya el origen de Puebla, ahora quisiera que siguiéramos su evolución en el transcurso de casi cuatro siglos, para que vieras cómo aquellas casuchas de adobe y paja, aquellas ermitas primitivas, aquellos terrenos eriazos, se han trocado en magníficos edificios, en templos suntuosísimos y en alegres jardines; pero esta labor, muy interesante por cierto, no es para emprenderse en estas humildes cartas desprovistas por completo de toda pretensión propia de una obra mucho más erudita.

Por otra parte, cansaría tu paciencia si te obligara a presenciar, una a una, las escenas que han tenido lugar desde 1531 hasta la fecha, muchas de las cuales te son conocidas por la historia general del país.

¿Para qué hacerte escuchar los golpes de barreta conque más de mil indios de Tlaxcala y Cholula abrieron los cimientos de la futura Angelópolis?

Te bastará saber que los trabajos de construcción se llevaron a cabo con extraordinaria rapidez.

Algunos de los principales caciques de Tlaxcala, Cholula, Texcoco y Tlaltelolco se avecindaron en el lugar trayendo consigo a muchos indios y aumentando con este contingente el número de edificios para las necesidades de los nuevos colonos.

A todos se les asignaron diferentes lotes y pronto se vieron surgir populosos barrios confiados a la dirección de los religiosos franciscanos, dominicos y agustinos, que eran catequistas al mismo tiempo que arquitectos.

No pocos españoles se establecieron en la comarca implantando diversas industrias, particularmente obradores de paños, sayales y tisús que por su excelente calidad produjeron un activo comercio y la prosperidad de la naciente Puebla.

De todas partes de la Nueva España venían comerciantes a comprar las telas y se dice que también llegaban compradores del Perú y sus pueblos.

Esto dio gran incremento a la ciudad que fue adquiriendo mayor extensión, mejores edificios y gran número de nuevos habitantes, los que se aumentaron notablemente con los inmigrantes que habían dejado a México con motivos de los acontecimientos de 1612 y 1692.

La creciente prosperidad de las industrias implantadas, la riqueza de la agricultura y las magníficas condiciones climatológicas de la localidad han hecho de Puebla la hermosa y culta ciudad que se disputa con Guadalajara el primer lugar después de la Capital de la República.

En mis investigaciones he recorrido la ciudad en todos sentidos; ya a pie, ya en carruaje; a veces sólo, entregado a mis continuas reflexiones, ora en compañía de algún amigo a quien debo haber cansado con mis reiteradas preguntas acerca de los lugares.

En fin, para darme exacta cuenta del conjunto, he subido a los fuertes de Loreto y Guadalupe, a la torrecilla del observatorio de la Universidad Católica y a la torre Norte de la Catedral.

Desde cada uno de esos puntos el panorama es magnífico como lo verás por la figura 2; pero sobretodo desde el último punto; ¡oh! ¡ahí se contempla toda la importancia de la gran urbe, toda la belleza del paisaje!. Abajo y en una extensión de cerca de tres kilómetros cuadrados, la ciudad con sus amplias avenidas perfectamente trazadas; con sus grandiosos edificios compitiendo en hermosura; con sus incontables templos de graciosas cúpulas y airosos campanarios; con frecuentes espacios de arboleda, que son otros tantos jardines y paseos. Al frente, el Popocatepetl y el Ixtacihuatl, dormidos bajo una sábana de nieve y soñando, tal vez, con los grandiosos hechos de que han sido testigos; a la derecha, La Malinche, que levanta su cabeza hasta las nubes; después y casi dentro de la ciudad, los fuertes de Loreto y Guadalupe, añosos, mudos, desartillados, sostenidos únicamente por los recuerdos de sus glorias pasadas... y lejos, más lejos el Pico de Orizaba, llevando en su cono más que el polvo de la nieve, el polvo de sus años y semejando un gigante que por encima de las montañas contempla estos lugares.

¡Qué hermoso espectáculo he presenciado desde esa torre; digno mil veces de ser descrito por una pluma mejor cortada que la mía!.

Según sus coordenadas geográficas referidas a la torre Sur de la Catedral, la ciudad se halla situada a los 19º, Q2', 30'', de latitud Norte, y a 0º, 56', 06'', en arco, o bien en tiempo, 0h, 3m, 46s, al Este del Meridiano de México.

Dista de esa ciudad 186k250 por ferrocarril y 120k062 por camino carretero.

Su altura sobre el mar es de 2,162 metros, según los datos más precisos.

Sirve de asiento a la ciudad un terreno plano, en general, y dividido en dos porciones por el río de San Francisco, afluente de Atoyac; la que ocupa la margen derecha, es la parte más poblada y hermosa y en la izquierda se encuentra el Paseo Viejo o de San Francisco y los barrios del Alto, La Luz, Analco, Xonaca y Los Remedios.

Huelga decir que ocupando el río el indicado, sitio, las dos mencionadas porciones tienen una inclinación natural hacia el río, inclinación muy favorable para el drenaje que es bastante regular.

En alguna otra ocasión te hablaré de los citados barrios y sólo me ocuparé, en ésta, de la ciudad propiamente dicha.

Sus calles son amplias, rectas y asfaltadas en su gran mayoría, presentando un notable aspecto de limpieza, pues diariamente son lavadas, y continuamente barridas y regadas por empleados municipales.

Todas las calles están dotadas de un buen alumbrado eléctrico y en las principales hay columnitas perfectamente distanciadas y que terminan en un artístico candelabro de cinco luces, lo que produce una iluminación clarísima y da aspecto elegante a la ciudad.

Las principales calles son las de Mercaderes y las que empiezan en la calle de Zaragoza y terminan en el paseo de Bravo, como verás en la figura 3, que representa la de Zaragoza.

Es de sentirse que las calles cambien de nombre al terminar cada cuadra, pues sería más adecuado que llevaran un sólo nombre en mayor extensión y que se las enumerara como en casi todas las grandes ciudades se acostumbra.

Algunas pero poquísimas, sí se componen de cuadras numeradas, como las de Mercaderes. Como dato curioso debo consignar aquí que en esta arteria principalísima, en la casa contigua a la Farmacia Rangel, tiene su gabinete un dentista, que exhibe en un pequeño escaparate algunas muestras de dentaduras y orificaciones y tiene un tarjetón con este letrero: "A los señores rateros: estas dentaduras no son de oro, favor de no molestarlas" y luego la firma o nombre del dueño.

¿Obedece tal letrero a que el dentista fue alguna vez robado por "los señores rateros" quienes juzgaron de oro esas muestras de mero réclame?. No lo sé, pero si pienso que las autoridades debían hacer que se retirara de allí el tarjetón que desdice mucho del lugar en que se halla el escaparate que lo contiene.

Hay incontables edificios públicos y privados, verdaderamente hermosos y en todos ellos se hace derroche de gusto artístico y de gran lujo, siendo aquí tan común el uso del mármol en las construcciones, como allá el de nuestras primorosas canteras.

Entre los templos merecen especial mención: la Catedral, la Compañía, Santo Domingo, San Francisco, Guadalupe, la Concordia y algunos más.

Los edificios públicos son numerosos y figuran, sin duda, en lugar preferente: el Palacio del Ayuntamiento, el de Gobierno, la Cámara de Diputados, el Colegio del Estado, la Casa Materna, la Penitenciaria y el Hospicio.

Por lo que hace a los edificios particulares, los hay muy hermosos, pudiéndose contar entre los principales: el Banco Oriental de México, las casas de las familias Matienzo y de la Hidalga, el Hotel del Pasaje y otros muchos cuya enumeración sería muy larga.

Al Poniente de la ciudad, cerca del Paseo Bravo, hay algunas calles de moderna construcción, con chalets muy graciosos.

Las casas de comercio cuentan, en general, con buenos locales y algunas ocupan edificios propios de excelente aspecto.

En las principales calles y en el Pasaje del Ayuntamiento, es donde se hallan los mejores comercios que, realmente, pueden competir con algunos de la Capital de la República, teniendo los comerciantes su Cámara de Comercio que funciona con regularidad y tiene mucha importancia.

Hay cuatro bancos: el Oriental de México, las Sucursales de los Bancos Nacional y de Londres y México, y la Agencia del Banco Español Refaccionario.

El arzobispado sostiene una Universidad Católica y hay diversos Colegios Católicos privados, así como escuelas públicas sostenidas por el Gobierno.

La instrucción profesional la imparte el Gobierno en el Colegio del Estado y en las Escuelas Normales.

La Iglesia Metodista Episcopal sostiene una escuela primaria anexa a su templo.

Cuenta la ciudad con tres bibliotecas públicas: la "Palafoxiana", establecida en el Palacio del Ejecutivo: la "Lafragua" y la de la Universidad Católica.

Ya comprenderás, dadas mis aficiones, que las tres serán el objeto de alguna de mis cartas.

Hay un Museo y una Academia de Bellas Artes, así como diversas academias científicas, pues en esta Capital los progresos materiales corresponden a los intelectuales.

Los principales paseos son: el Zócalo, el Bravo y el Hidalgo; también de ellos me ocuparé en su debida oportunidad.

Es verdaderamente extraño que en una ciudad como Puebla, culta y con más de cien mil habitantes, sólo haya un teatro el "Teatro de Variedades". Es bastante amplio, regularmente decorado bien ventilado y con capacidad para dos mil ochocientos espectadores.

¡Nada satisfecha debe estar Euterpe de tener aquí un sólo templo! pero, en cambio, hay muchos salones de cinematógrafos y variedades, lo cual no podrá consolarla, pues se está viendo palpablemente que estas diversiones están matando al verdadero teatro, pervirtiendo el gusto y destruyendo las ilusiones de los autores que verán con pesar que el público frívolo en general, prefiere aquellos entretenimientos que le cuestan poco dinero, aunque le dejen poca ilustración.

Digo lo anterior por lo que hace a las llamadas "variedades" en las que los actores se dirigen más al sensualismo que al sentimiento, pues el "cine" si es ilustrativo cuando sus películas no se limitan, como es muy común, a la representación de repugnantes episodios domésticos o de la sociedad pervertida.

¡Pero veo que me voy saliendo por el camino de la filosofía y aún no es tiempo de filosofar; ahora sólo debo describir! ¡Ya tendremos oportunidad de entrar al campo hermosísimo de la filosofía!.

Está para terminarse el mercado de "La Victoria", y por ahora, los vendimieros ocupan las calles adyacentes a aquél; además, en los lugares apartados hay pequeños mercados para la comodidad de los vecinos.

Sólo existen aquí dos casinos, lo cual acusa que la sociedad poblana es algo retraída y poco afecta a las reuniones.

Cerca de treinta hoteles prestan sus servicios a los pasajeros, siendo los principales: el del "Pasaje", el Gran Hotel, el Hotel de Francia, y algunos más, y a decir verdad, en muchos de ellos se encuentran las comodidades y el confort que puede desearse en una gran ciudad.

El servicio de aguas es bastante bueno, se surte la población de diversos manantiales que le proporcionan aproximadamente doscientos litros por segundo. El agua es almacenada en grandes depósitos semejantes a nuestros aljibes, a algunos de los cuales llega el agua por la inclinación del terreno y a otros se hace llegar por medio de poderosas bombas eléctricas.

A la izquierda del fuerte de Loreto, es decir, entre los dos fuertes, se halla uno de esos depósitos con su correspondiente instalación de bombas y edificios; como la altura es considerable, se obtiene una gran presión que hace llegar el agua a todas partes y utilizarla convenientemente.

Cuando visité ese depósito, pensé que tal vez haya sido una imprudencia colocarlo en ese sitio, pues si por desgracia, algún día tuviera lugar algún combate en esta ciudad, y fuesen bombardeados los fuertes, podrían ser destruidas las obras de provisión de aguas, lo que redundaría en un perjuicio enorme para los habitantes de Puebla.

¡Tal vez cuando se hicieron esas obras, sus autores pensaron que siempre las cubriríala sombra del olivo de la paz!

Hay diversos pozos de agua salada que casi no se utiliza por ser suficiente la cantidad de agua potable.

En una zona situada al Poniente y que corre de Norte a Sur, se encuentran aguas sulfurosas, siendo los principales manantiales u "ojos" los de "Rancho Colorado", la "Alberca Zamora", "El Carmen" y "San Sebastián".

Estas aguas son medicinales y las frecuentan personas que buscan en ellas el alivio de sus enfermedades; pero es de sentirse que no haya una buena instalación de baños sulfurosos, pues los existentes, en vez de constituir un placer, causan profunda tristeza por sus malas condiciones y el abandono en que se encuentran.

Estoy seguro que si sus propiedades se preocupasen por establecer cómodos y bien atendidos balnearios, verían recompensarse ampliamente sus esfuerzos, pues es inegable la virtud curativa de estas aguas, y además, por mero placer concurrirían las personas a los baños, sino es que la moda viniera a convertirlos también en sitios de recreo.

Me dicen que alguna vez el Ayuntamiento pensó en ello; pero el caso es que no lo ha llegado a realizar.

Por supuesto que existen sí, muchos establecimientos bien atendidos de baños comunes, como de tina, de regadera, de estanque, ruso y turco-romano; pero me refiero antes solamente a los baños de aguas sulfurosas.

Aquí, como en algunas otras partes, sobretodo de la costa, a las tinas les llaman placeres, y por esto en muchas casas que explotan balnearios, se lee en sus fachadas "Baños y Placeres". Esto que es lo común por acá, no deja de causar cierta extrañeza a los del interior, extrañeza que he visto convertirse en asombro en algunas personas de alma demasiada cándida que han creído que tales balnearios se dedican también a proporcionar placeres; y esto nada tendría de malo, pues el placer es condición indispensable de la vida, sino que dichas personas dan interpretación torcida al vocablo lo cual cambia completamente el sentido del anuncio.

La compañía de "Tranvías, Luz y Fuerza" tiene establecido el servicio de trenes urbanos, de tracción animal; este servicio es bastante bueno, pero será muy pronto sustituido por trenes eléctricos, lo cual irá más en consonancia con la importancia de la ciudad.

Los tranvías recorren tres circuitos en diversas direcciones y hay otros cuatro líneas a distintos puntos y barrios; además, otros cuatro líneas van de esta población a las fábricas y puntos cercanos, como Cholula y Huejotzingo.

Dos compañías proporcionan el servicio telefónico y una de ellas tiene líneas hasta México.

Puebla se comunica directamente con México, Veracruz, Jalapa y Orizaba, así como con las poblaciones del Estado, por medio de los ferrocarriles Mexicanos, Interoceánico y Mexicano del Sur, quedando, por lo mismo, en comunicación con todo el país.

Tiene diversos caminos y carreteras que son transitadas por carruajes y automóviles que facilitan también las comunicaciones.

Los servicios federales de correos y telégrafos están bien atendidos contando con las matrices, sucursales y agencias que benefician al público.

Como en toda ciudad de cierta importancia, hay servicio de coches de las banderas amarilla, roja y azul, en categoría ascendente, que son muy cómodos en sus precios.

Cuenta Puebla con cinco hospitales: el Militar, destinado al servicio de la zona; el de Ferrocarril Interoceánico, para los servicios de esta línea; el de Santa Rosa, para los hombres dementes; el de San Roque, para las dementes, y el Hospital General. Está ya terminado el nuevo edificio del Hospital General, que es enteramente moderno, y sólo falta que se le provea de la dotación correspondiente para ponerlo en uso.

También hay varios sanatorios particulares perfectamente bien atendidos.

Tres panteones están al servicio, además de algunos otros ya clausurados; aquellos son: el Francés, el Municipal y el de La Piedad. Ya te hablaré de ellos.

He ahí el "panorama" de la ciudad; ahí tienes a Puebla vista a "ojo de pájaro"; tal vez no he sabido describírtela; pero he querido que te formes un concepto general. Desde mi próxima carta empezaremos a recorrer la población con más calma, paso a paso, visitando sus principales edificios, sus paseos, sus lugares históricos.

Por ahora termino ya esta carta, que ha resultado más larga que "pleito de mayorazgo" y que habrá cansado tu benévola atención; pero confío en que la habrás leido con gusto, no por su belleza, ni por su literatura, pues carece de atractivo por esos capítulos, sino por el afecto con que siempre me has distinguido.

Tu Afmo.
Sirho.

IV La catedral por fuera

Puebla, 16 de marzo 1913.

Querido tío:

Aunque firme en mi propósito de permanecer alejado de la política, no por eso mi corazón de mexicano ha dejado de estremecerse en sus fibras más íntimas con motivo de los últimos acontecimientos que fueron el epílogo del drama que por más de dos años ensangrentó el suelo de la Patria y que hayan dado tal vez principio al prólogo de una era en que, asegurada la paz órganica de la República, volverá ésta a ser como la vimos en otros tiempos: hermosa, grande, rica, floreciente y respetada por las demás naciones.

Pues bien, esos acontecimientos absorbieron la atención general y naturalmente la mía, impidiéndome continuar "Mis memorias de Puebla"; pero ahora, tranquilo mi espíritu y con la esperanza de que nos será dado presenciar mejores días, reanudo mis cartas y paso de nuevo a ocupar tu amable atención.

La Plaza de la Constitución es el centro de esta ciudad; está limitada, respectivamente, al Norte, Oriente y Poniente, por los Portales "Hidalgo", "Morelos" e "Iturbide", y al Sur por la Catedral que se eleva ocupando todo ese costado.

En la parte central de la Plaza de la Constitución está el "Zócalo", hermoso jardín perfectamente cuidado y modelo de limpieza.

Tiene la forma de un cuadrilongo que se extiende de Oriente a Poniente en más de ciento cincuenta metros por sesenta de anchura.

En el centro se halla el kiosco, de estilo morisco, al que se llega por diversas callecitas que parten de la "cinta" o calle principal que rodea el jardín formando parte integrante de él. Dicha cinta está pavimentada con una cantera conocida acá con el nombre de "piedra de Santo Tomás", de un color rojizo, con vetas, que se asemeja al mármol.

En la línea media de esta cinta y a intervalos iguales, se encuentran unas columnitas que sostienen un artístico candelabro con cinco globos de luz incadescente, que por la noche producen un bonito efecto.

Los cuatro ángulos rectos del cuadrilongo están cortados o truncados por la línea de las entradas principales, adornadas con otros graciosos candelabros sostenidos por airosas columnitas.

En los costados laterales hay otras dos entradas semejantes y en el costado Poniente, dentro de la cinta, se levanta un pabellón de la Companía de Luz y Fuerza, que es bastante gracioso y por las noches causa un magnífico efecto su iluminación de pequeños focos que dibujan las líneas del edificio.

Los praditos del jardín están cuidados con esmero y arreglados con artístico gusto, teniendo algunos de ellos fuentes con vistosos juegos de agua.

En el Zócalo se verifican frecuentes audiciones musicales, ya matinales, ya vespertinas, ya, en fin, nocturnas; pero las mejores son, a no dudarlo, las que tienen lugar los domingos por la mañana; en ellas se dan cita las personas de la más selecta sociedad poblana que ocupa la cinta o calle de la derecha, situada frente al Palacio Municipal, la cual se cubre con un elegante toldo.

Los otros tres costados los ocupan las distintas clases sociales.

Es muy agradable el conjunto de las armonías musicales, el murmullo de las fuentes, los prados con sus hermosas plantas, las damas y caballeros elegantemente vestidos, los niños que corretean, las nanas que los siguen y los numerosos vendedores de toda clase de juguetes.

Por fuera el Zócalo circulan los más variados carruajes, desde el orgulloso automóvil y el landó elegantísimo, hasta el humilde simón al alcance de todas las fortunas.

Pero parece que me voy extraviando del objeto que lleva esta carta, darte una idea de la suntuosa Catedral. ¡Vamos a ella!.

A poco de haber llegado a esta ciudad, desde el dueño de mi hotel hasta mi camarista y el cartero que me llevaba la correspondencia, hacían estas o semejantes preguntas:

-¿Ya visitó Ud. la Catedral?...
-¿No ha estado Ud. en nuestra Basílica?
- Pues véala Ud. cuanto antes; es muy bonita, es muy suntuosa, es muy...

¡Un mundo de elogios, que al principio me parecieron hijos del más exagerado provincialismo; pero no, la realidad merece bien los encomios que yo había escuchado!.

¡La Catedral es, en efecto, un templo grandioso, suntuosísimo: su arquitectura severa; sus dos torres enormes, como dos centinelas apostados para vigilar la ciudad; sus alegres cúpulas, todo su conjunto solemne, austero, místico, está revelando que concibió la obra un gran arquitecto y que la ejecutaron manos que fueron fieles intérpretes de las gigantescas concepciones de su autor!.

¡Juan de Herrera, el célebre autor del Escorial, fue quien trazó los planos y diseños.

La obra se comenzó en 1622 y se terminó e inauguró en el año de 1649, habiendo estado paralizada algún tiempo.

El majestuoso templo (lám 4) se levanta en medio de un atrio muy hermoso que se extiende hasta cincuenta metros delante de la fachada principal, y se ensancha como en quince metros por el costado derecho.

Está circundado por una barda de mampostería de un metro de altura, sobre la que se apoya un artístico enverjado sostenido cada cinco metros por un pilar con su cornisa y en la parte correspondiente, por otros grandes pilares que limitan los portones que dan acceso al atrio.

Estos portones son ocho, todos de hierro forjado, de un gusto muy esquisito.

Los tres principales, que corresponden a las tres puertas de la fachada principal, son los más grandes y el del centro remata en una mitra sobre dos báculos cruzados; los demás están rematados por cruces latinas.

En cada ángulo recto formado por la línea del enverjado principal y las de los costados, y truncado dicho ángulo, están otros portones y hay otros dos que corresponden, uno a la entrada del templo que ve al Norte, y el otro a la que está frente al Arzobispado.

Con excepción de los tres portones principales, los demás se dividen, a su vez en tres puertas, para mayor comodidad de los concurrentes a la Basílica.

Para romper la monotonía del enverjado, en la parte media de cada tramo hay un ensanchamiento triangular de las verjas, apoyado en un vértice y que en la base, colocada hacia arriba, lleva una cabeza de serafín. Por el exterior y correspondiendo a esas figuras, hay placas de mármol rojo, de forma ovalada, con el nombre de la persona que costeó el tramo respectivo.

Mucho de los pilares que sostiene la verja llevan por la parte exterior una placa de bronce con la imagen en relieve de algún apóstol o evangelista; pero muchos carecen de dicha placa, ignorando yo si les han sido arrancadas o no les han puesto aún.

Cada uno de los citados pilares sostiene una estatua en bronce de un ángel en actitud de emprender el vuelo y que lleva en la diestra un globo de luz incandescente; como los ángeles son cincuenta y ocho, colocados en la misma línea e intervalos iguales, por las noches producen un efecto muy agradable con su hermosa iluminación.

Por el costado derecho, es decir, por el que ve al Zócalo, el atrio se extiende hasta unirse con el del Sagrario y termina en las oficinas parroquiales, que ocupan la espalda de Catedral; pero por el lado izquierdo sólo llega el atrio hasta la línea de la fachada principal, por interrumpirlo allí las construcciones ocupadas por las oficinas de la Basílica y el Colegio de Infantes.

Dentro del mencionado atrio está la Catedral que tiene una longitud aproximada de cien metros, por cincuenta de anchura; está construida de cantera parda, que le da un aspecto severo.

Su fachada principal (lám. 4) es bien acabada y bella, con tres puertas, una central y las otras dos a derecha e izquierda, formando las tres una hermosa portada, que para corresponder al número de puertas se puede considerar, realmente, como el conjunto de tres portadas unidas en admirable armonía.

Cada una de esas tres portadas consta de tres cuerpos arquitectónicos, teniendo la central el primero y tercer cuerpos de orden dórico y jónico en del medio; las portadas derecha e izquierda llevan el primer cuerpo dórico, el segundo jónico y corintio el tercero.

Cada cuerpo tiene los adornos que les corresponden y presentan algunas estatuas, escudones y relieves de piedra blanca que resaltan admirablemente sobre la cantera de la construcción general.

La portada central está separada de las laterales por dos postes perfectamente bien rematados y de los cuales rompe un medio punto que remata en una corona imperial sobre un escudo con el monograma de la Virgen María, rodeado por la cadenaque sostiene el toisón de oro, todo esto de piedra blanca.

En el poste de la derecha hay un medallón de bronce con la efigie de Fray Julián Garcés, primer Obispo de la Diócesis, y en el de la izquierda, simétricamente colocado, otro medallón semejante con el retrato del actual Arzobispo Dr. D. Ramón Ibarra y González. Debajo de cada uno de esos medallones hay una placa de bronce con una inscripción histórica relativa.

Los arcos que forman las puertas de las tres portadas están elegantemente tallados.

Enseguida de las portadas laterales y a uno y otro lado de ellas, hay unos cabos en donde se alojan los caracoles que conducen a las torres y están rematados por unas amplias plataformas rodeadas por balaustradas de cantera interrumpidas por almenas colocadas con gusto.

Junto a esos cabos se encuentran los grandes cubos de las torres que suben hasta la altura de la fachada principal y están coronadas por una hermosa cornisa.

De dichos cubos arrancan las torres, dos colosales atalayas que dominan por completo la ciudad y la contemplan desde una altura de sesenta y siete metros.

Ambas torres son cuadradas e iguales entre sí; se componen de dos cuerpos cada una, pero el segundo está dividido en dos partes por un cornesuelo, lo que hace creer a primera vista que son tres cuerpos.

El primer cuerpo es de orden dórico y tiene en cada uno de sus cuatro frentes tres pilastras y, por lo mismo, dos arcos para campanas, que ocupan los intercolumnios y que tienen su correspondiente balaustrada de cantera; el segundo cuerpo es de estilo jónico y presenta igualmente tres pilas tras en cada frente, más como está dividido por el medio, tiene dos arcos en cada intercolumnio, uno abajo con balaustrada y el otro sobre aquél y sin ella, resultado cuatro arcos en cada frente.

Por supuesto que en cada cuerpo y sobre las pilastras hay la cornisa que corresponde al orden arquitectónico relativo, y en la que está coronando el último cuerpo, está grabada la siguiente inscripción: "SANCTVS DEVUS, SANCTVS FORTIS,

Excmo. y Rvmo. Señor Arzobispo:-
Muy ilustres Señores Canónigos:-
Dilectísimo Señor Dr. García Plaza:-
Respetables Señores Sacerdotes:-
Señoras y Señores:-

Ocupo inmerecidamente este lugar, honrado como lo he sido por la gentil invitación de los organizadores del presente homenaje, para dirigir algunas palabras al muy ilustre Doctor Don Ramón García Plaza, en el XXV Aniversario de su Ordenación Sacerdotal.

¿Qué podrá decir quien como yo es pobre de fama y escaso de elocuencia?

En dónde encontrar bellezas del lenguaje y caudal suficiente de hermosas palabras para expresar mis pensamientos ante un auditorio tan respetable y selecto en el que se distinguen figuras de gran relieve, de ciencia muy alta y de valor literario indiscutible?

¡Pobre de mí que solamente puedo abrir la llave de mi corazón para dejar que salgan mis propios sentimientos, mi cariño de viejo amigo, mi admiración más sincera y mi gratitud más profunda para unir al homenaje que hoy se rinde a tan virtuoso sacerdote, la hojita pequeña del laurel cultivado en mi propio jardín, para agregarla a la corona triunfal con que habrá de exonarse la frente inmaculada del Ministro de Cristo que hace un cuarto de siglo consagró por vez primera el Pan y el Vino, y elevó las especies convertidas ya en el Cuerpo y en la Sangre del Salvador, para ofrecer al Eterno Padre el Sacrificio más grande que ofrecerse puede por la humanidad que sufre en este valle de dolores y por la humanidad que espera su entrada a la verdadera Patria!

¡De mi jardín humilde, seco y marchito, no podré por cierto recoger flores perfumadas y lozanas para ofrecerlas al ilustre Doctor García Plaza, el sabio maestro, al ejemplar sacerdote; pero habré de internarme un poco, nada más que un poco, en el huerto exuberante de la vida del Padre García Plaza, como cariñosamente le llamamos sus amigos, y allí encontraré rosas fragantes, castas azucenas, perfumados lirios y también humildes violetas para formar un ramillete que presentaros con vida, perfume y colores bastantes para que mis palabras que en esta ocasión dedico con todo cariño al amigo respetable y querido, sean dignas de él y merecedoras de vuestro agrado.

¡Quiera Dios, señoras y señores, que estas mis "palabras", coadyuven, como son mis deseos, a dar luz y relieve a fiesta tan hermosa como que hoy nos congrega!

Sé de antemano que voy a lastimar, por algunos momentos, la gran modestia del Doctor García Plaza; sé que su gran humildad pondrá rubores en su apacible rostro; pero tengo la certeza de que mi distinguido auditorio encontrará justo y debido que traiga a colación algunos datos biográficos del ilustre Doctor y Canónigo, como un elogio a su virtud, a su talento y a sus grandes y relevantes méritos.

Son de todos nosotros conocidas su gran modestia y la ejemplar humildad con que ha encubierto siempre su gran valer y con que va perfumando el sendero recorrido en su vida y con que va iluminando la vida de las almas que ha tenido a su cuidado.

¡Perdone, pues, el buen amigo, que por breves momentos descorra el velo de su vida que conozco desde hace tantos años y que aún penetre respectivamente en su niñez y en su primera juventud, para que todos recordemos al que ha sido ejemplo de hijos, de estudiantes, de hombres de ciencia, de sacerdotes virtuosos, de celosos curas, de sabios canónigos y de amigos leales y sinceros!.

¡Que no se pierda en el polvo de los años una vida tan interesante y fructuosa; que la recordemos en esta tarde con cariño y que el Doctor García Plaza recoja la cosecha de las virtudes que ha sembrado, ilumine su frente con la luz que ha llevado a las inteligencias y que sienta el calor del fuego que ha encendido en los corazones!.

Tres grandes amores han llenado la vida del Doctor Ramón García Plaza:- el amor a Dios; el amor a la Iglesia, y el amor ferviente y santo a su familia.

Nació Ramón García Plaza el 1º de diciembre de 1885; las brisas de la Laguna de Yuriria mecieron su cuna y fueron sus padres, don José García Plaza, abogado respetable y distinguido, juez recto y ferviente cristiano y doña María López Aguado, dama de gran piedad y de virtudes muy altas.

Pocos meses después de su nacimiento, su familia transladó su hogar a San Luis de la Paz, en el mismo Estado "SANCVS INMORTALIS, MISERERE NOVIS".

Sobre esa última cornisa hay una balaustrada de cantera que en las esquinas y medios lleva almenas piramidales.

Dentro de tal balaustrada hay un zócalo que sirve de base a la cúpula de cada torre, la que tiene su correspondiente linternilla, sobre la que hay una esfera de piedra blanca que sirve de pedestal a una gran cruz.

Se sube a cada torre por una escalera en forma de caracol con doscientos veintidós escalones.

De la última cornisa parte una escalerilla de fierro que lleva hasta la cruz en que rematan las torres, de manera que fácilmente puede subirse hasta ese punto. Yo me vi tentado a verificarlo, pero como no hay allí ninguna barandilla que sirva de defensa, temí que mi cabeza fuera a desvanecerse, pues la altura es ya considerable.

La torre Norte es la única que tiene campanas y desde ella se contempla muy triste la torre Sur, pues le hacen falta esos bronces que con sus lenguas le dan vida y alegría, que en sus distintas vibraciones hacen sentir indecible gozo cuando nos anuncian los grandes días de la Iglesia o de la Patria, y profunda tristeza cuando nos piden una plegaria por los muertos o nos denuncian alguna calamidad pública.

En esa torre Sur sólo se ven revolotear las incontables palomas que han establecido allí su morada y que con sus tristes cantos parecen exhalar las quejas de aquella mole de piedra que debe ver con celo a su hermana.

Yo he inquirido la causa de esta soledad, de esa falta de campanas y he podido recojer versiones distintas: quién dice que bajo los cimientos de la torre pasa un río, y que se ha temido sobrecargar con las campanas el peso del edificio; quien asegura que la torre está desviada de la vertical y se derrumbaría con el peso de aquellas, y quien, por fin alega que como son bastantes las campanas de la otra torre, que fue la que se concluyó primero, el Cabildo no ha creído necesario hacer un cuantioso gasto, pues sabido es que sólo la campana mayor costó cerca de diez mil pesos.

¡Sea de ello lo que fuere, la torre está triste, está sola, está aislada, y si pudiera hablar, de seguro que reclamaría sus campanas!.

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