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Cartas entre Toribio Esquivel Obregón y Laura Torres Soto, 1884-1888

Expediente 164 : Adorada Laurita. Epistolario familiar de Toribio Esquivel Obregón (1883-1946)

Autores: 
ESQUIVEL OBREGON, Toribio

Cartas entre Toribio Esquivel Obregón y Laura Torres Soto, 1884-1888 (Se conservan 125 cartas de Toribio a Laura y sólo dos de respuesta)

Ficha técnica
Título del expediente: 
Adorada Laurita. Epistolario familiar de Toribio Esquivel Obregón (1883-1946)
Donador: 
D'ACOSTA ESQUIVEL, Laura
Autores: 
ESQUIVEL OBREGON, Toribio
Tipo de documentos: 
Cartas,
Tipo de documentos: 
fotografías.
Fechas: 
01/1883 - 01/1946
Lugar de escritura: 
Varios
Descripción: 
Doscientas tres cartas de Toribio Esquivel Obregón a Laura Torres Soto, la mayor parte de ellas desde el exilio en Nueva York. Otras cartas del autor a su hija Laura Esquivel Torres. Nueve fotografías de la familia.
Documentos anexos: 
Impresos
Documentos digitalizados: 
application/pdf iconadorada_laurita.pdf
Número de fotografías: 
9 fots.

Publicación descargable

Para descargar la publicación completa da clic aquí.


[fragmentos]

[50] Sin fecha, 1883-1884

Laurita:

No sé de qué manera sería recibida ésta por usted. Tal vez la crea efecto simplemente de una puerilidad caprichosa, como usted ha juzgado mi pasión; pero no, Laurita, lo único que intento al dirigirme a usted por escrito es manifestarle que todo el día estoy pensando en usted, que todos mis momentos en que estoy desocupado los dedico a escribirle y demostrarle mi cariño y cuando estudio, las ideas se me pierden, la atención se me desvanece y tan sólo tengo alma para adorarla. Si estuviera seguro de poder dar a usted todos los días una carta, todos los días escribiría a usted con el mayor placer.

Quisiera constantemente estar viendo a usted; pero las únicas veces que ha salido está con su mamá. Tal vez ella creerá lo mismo que usted respecto a mi cariño y mortificará a usted creyendo que me ha dado alguna esperanza; pero, si lo juzga conveniente, puede enseñarla esta carta, para que vea que el único culpable soy yo, que ha pesar de su desprecio le traigo disgustos con mi insistencia. Sí, idolatrada Laurita, yo soy el que tengo la culpa si acaso algún día la mortifican; por eso cuando veo a su mamá con usted prefiero privarme del sin igual placer de verla y me retiro.

Suyo hasta la muerte

T.E.O.

[056] Sin fecha, 1884

Vida mía:

Hacía mucho tiempo que me consolaba con leer y mil veces las cartas que me habías escrito y había perdido ya la esperanza de tener en mi poder una nueva. Pero ¡qué grata fue mi impresión al ver destruidos mis temores y sobrepasadas con mucho mis esperanzas! Aquellas frases, modelo de sin igual ternura, llegaban a mi alma con tan divino encanto, que me sentí embargado de una felicidad inaudita, en una satisfacción para mi desconocida. Pensé contestarte al momento; pero un motivo insignificante, pero que encontrarás disculpable en mi carácter y que hoy te diré, me hicieron retardar este inapreciable placer.

Hay en mi carta algo que no te agradó y de que quieres que me retracte, y pues tú lo deseas, lo haré; pero permíteme que te diga que no encierra, como tú crees, una desconfianza, que pueda llamarse así, en tu cariño.

No, es que el amor, como por experiencia sabe, teme algunas veces y otras confía, afirma y se contra-dice, vacila siempre; no sé por qué esto sucede, no percibo su causa; pero si es que existe alguna semejanza entre los actos de nuestra alma y los de nuestro cuerpo, será porque el corazón se dilata para contraerse luego.

Casi me pesa tener que contestarte a esto, porque no creí nunca que dudaras de mi confianza en ti, cuando te he dicho ya que toda mi tranquilidad se cifra en la firme creencia de que nunca me olvidarás, que mi recuerdo es grato a tu memoria, y que mi amor es tu felicidad como el tuyo es la gloria de tu
Toribio

[080] De León a México (abril) 5 de 1885

Querido Toribio

Acabo de recibir tu queridísima cartita fechada ayer. Todas tus cartas me causan gran placer al recibirlas pero ninguna me había impresionado como ésta, ni aún la primera; porque aunque cuando vi tu primera carta me creí enteramente feliz porque me amabas y con eso veía todas mis ilusiones realizadas porque yo también te amaba ya, te desconfiaba todavía y, sobre todo, ni pensaba que pudiera amarte tanto, ni mucho menos pensé que tú me amaras como me amas.

Aunque no tengo intención de mandarte ésta hasta el domingo, te escribo estos renglones hoy, porque ya sé que es para ti un día feliz, es el día 23 de diciembre en que oí tus primeras palabras de amor. Hoy no lo es menos porque mi corazón, ya sin reserva ni temor, pudo entregarse a un amor que forma toda su gloria.

Para concluir ésta, quiero hacerte los mismos juramentos que entonces hice en secreto: Toribio mío, te juro que siempre seré tuya, la Santísima Virgen de la Luz es testigo que digo esto con toda la efusión de mi alma.

Te ama con delirio tu
Laura

[081] De León a México Mayo 15 de 1885

Toribio ángel mío,

Si vieras que día tan triste y terrible he pasado, he llorado mucho, mucho, por .... lejos de ti, no puedo estar contenta ni tranquila, no puedo vivir.
Hoy en la mañana fui a la calzada en donde me parecía verte a cada instante, en donde mis ojos se deleitaban en ver aquellos árboles tan hermosos y que tantas veces te dieron su sombra, en ver aquellos pájaros que me recordaban tanto mis horas de felicidad; sufrí mucho pero estaba contenta, porque ahora me gusta como a ti, el sufrimiento.

... lejos de ti, todo me es tan indiferente, que nada hermoso y poético pueda conmoverme; no sé como se me ha hecho el carácter que solamente se aumenta o disminuye mi tristeza, cuando recibo tus cartas, según ellas es tan, sólo tu amor y tu recuerdo tienen dominio sobre mí.

Yo quería que este año tu eligieras mi cuelga, pero ni una flor te acordaste de mandarme.

Me pareció tu carta de felicitación un poco indiferente, es que no estas convencido de la falta que me hiciste ese día, y por lo mismo no comprendiste todo lo que tenía que sufrir.

Mi mamá te saluda y recibe el corazón de la que cifra su dicha en ... tuya

Laura T. a TEO, mayo 15-1885

[084] De México a León, abril 16 de 1885

Angel mío:

Has adivinado, he pasado un día mortal. Perdía ya las esperanzas de recibir tus gratos recuerdos .
Estaba sumergido en una tristeza inmensa; por fin, hasta las cinco de la tarde me trajeron tus ambicionadas letras. ¿Por qué no me pusiste en ella"al lado de la mujer que tanto amas" en lugar de la "que tanto te ama"?, siendo la construcción misma de tu cartita.
¿Por qué no me mandaste una hoja de una flor que hubiera tocado tus cabellos ?
Son las seis de la tarde. Estoy solo en toda la casa, solamente están los criados. He querido que nadie sepa que es día de mi santo para estar más entregado a mí mismo.
Todo está en silencio; sólo el canto somnoliento y lúgubre de una paloma triste, que no sé de dónde se ha brincado para venir a entristecerme, es lo único que se oye, y el murmullo confuso de la población, del cual se escapan gritos que sobresalen, ruidos roncos, armonías, choques, cantos, ayes estentóreos. Es el progreso de la vida, es el soplo de la humanidad que canta, que se contraría, que muere.
Pienso en tí; pero debe tener mi mente algo de fósforo porque todo lo veo como un espectro.

Se oscurece. Fijo los ojos en tu retrato, lo veo mucho, mucho, mucho, quiero que me hable, quiero ver por momentos que aquellos labios se entreabren, que aquellos ojos se aduermen al hábito del amor. Busco en ti una palabra de consuelo, oprimo mucho tu retrato y no quiero convencerme que aquello es no mas materia inerte. Donde la luz ha fijado tus facciones debe haber algo de tu espíritu, de la vida, de la luz de tus ojos.

Y sigo buscando y sigo fijándome mucho, mucho, mucho, y se sigue oscureciendo.
Todo estaba negro, sombras de figuras ridículas y espantosas cruzaban a mi alrededor y yo las veía, aunque no miraba sino tu retrato que era lo único que se veía blanco, con algo como una aureola de un color no sé si azulado o amarillento. Nunca había sentido un terror tan hermoso. Te veía irradiar en un paraíso; qué importaba que yo te viera desde la profundidad del abismo. Eras feliz. Eras un dios y te adoraba.

Y una criada entrando entrando con una luz me hizo despertar. Este delirio divino se apodera de mí todos los día a estas horas. ¡Cuánto gozo con él! Tal vez sean tus suspiros que vienen como vapor a rodear mi alma.

Estoy muy triste. Hoy apenas pude comer porque he perdido el apetito. Tú no me dices cómo sigues porque "tus achaques de siempre" (como los llamas) no sé en qué se diferencian de tus otras enfermedades; así es que hoy he seguido en la incertidumbre.

Recuerdos para Videlita y las gracias por su atención y para ti el corazón de tu

Toribio

[096] De México a León Junio 7 de 1885

Idolatrada Laurita:

Como hoy es domingo y no he tenido carta tuya, temo que le que te puse ayer se aya perdido y vuelvas de nuevo a estar atormentada. No sé qué hiciera para que nunca se extraviaran mis letras. Quién sabe si algún día acabarás por vacilar de mí y yo no tengo ninguna culpa, vida mía, te lo juro.

Hace poco (ayer) que salieron para ésa varias personas de mi familia residentes en esta capital. Hubiera deseado poder acceder a sus deseos y acompañarlas, pero aún no me es posible. ¡Qué largo me parece el tiempo que me falta para verte! Yo no puedo pensar en otra cosa más que en ese viaje por tanto tiempo deseado y que espero con tanta desesperación. Constantemente pienso en el placer que experimentaré al verte, en la inmensa dicha de estrechar tus manecitas.

Te he soñado mucho; mas por desgracia mía, al despertar se me borran esos sueños que tantas impresiones me ocasionan dormido. Solamente hoy he retenido el de anoche. Eran las ocho de la mañana y acababa de llegar en el pullman. Luego que vi a mi mamá me dirigí a toda prisa a tu casa. Estuve un rato con tu mamá, pero tú no llegaste a salir porque estabas en una visita. En la noche estabas en la ventana y luego que me viste pasar te habías metido. Esto se repitió por tres días. Tu enojo era ocasionado por la falta de mis cartas. ¡Cuánto me hacía sufrir tu ligereza! Yo tenía lástima de mí mismo al ver que tan cruelmente me tratabas por lo que yo no tenía culpa ninguna. Por fin me vine otra vez sin haber logrado ni hacerte ver mi dolor ni despedirme de ti. En esto desperté. No puedes figurarte la impresión que conservaba todavía despierto. No podía convencerme de que aquello era un sueño y sentía el corazón oprimido y la garganta sofocada.

Te escribo todavía bajo esa impresión desagradable que no he podido borrar de mi ánimo ni con la lectura de tu última consoladora cartita.

Por Dios, vida mía, te ruego que aunque en mucho tiempo no recibas carta mía no creas que es porque no te escribo.

Tampoco creas que este es un medio de que me valgo para no escribirte. Si no tuviera el consuelo de hacerlo, no sé cómo viviría sin verte.

Salúdame a tu mamá.

Te adora con el alma tu

Toribio

[120] De México a León, octubre 14 de 1885

Adorada Laurita:

Ya va a hacer ocho días que no recibo carta tuya y esto me tiene desesperado, y como he tenido de mi mamá no puedo ni siquiera atribuirlo al mal camino, así es que creo que se habrán extraviado tus letras.

Luego que recibas ésta, te lo suplico, escríbeme porque ya hace tiempo que estoy triste por tu silencio. Creía tener carta tan luego como recibieras tú la ultima mía y aun antes, pues me parecía que, según el contenido de tu muy grata del sábado pasado, no habías recibido mi última carta.

He sabido por mi mamá que se inundó por allá el Coecillo causando muchas desgracias y la ruina de muchas casas, y los periódicos agregan que el populacho y los padres atribuyen esta calamidad al Ferrocarril Central porque por él vienen los herejes. Esto por lo menos te habrá alarmado y tal vez el susto haya contribuido a ponerte más mala y también contribuye a aumentar mis cuidados.

Por acá también hemos estado llenos de calamidades. El miércoles también se temía una inundación pues ya el agua de las atarjeas, un lugar de salir para la acequia, era ésta la que llenándolas las reventaba y salía a las calles. Los lagos de Texcoco y Chalco tienen cuatro metros sobre el nivel de México y si sigue lloviendo no será la remota una desgracia, por fortuna hace dos días que no llueve. El domingo una [nube] de langosta que cubría en una gran extensión el cielo cayó también en Ixtacalco, San Ángel y gran parte del Estado de México. Un gran ejército compuesto de las tres armas, caballería, infantería y artillería fue enviado por el gobierno para decidir con ellas una horrenda batalla que inmortalizaría a sus campeones. Esto le ha valido la rechifla de toda la capital.

Agrega a esto los mosquitos que siguen dándonos guerra como te dije, y tendrás una idea de lo que es la situación que guardamos y sino estaré maldiciendo por todos motivos cada hora más que paso aquí, cuando el año pasado, inquietándonos poco de las calamidades públicas o privadas, no teníamos más que preocupación que nuestro eterno cariño.

Ya me es soportable la vida que estoy llevando. Cada día que paso lejos de ti se me hace más largo, quisiera que se pasara el tiempo como exhalación; pero cuando vemos el porvenir nos parece lejano y cuando vemos el pasado se nos hace cerca, así me parece que es nada todo el tiempo que he pasado sin verte cuando pienso en lo que me falta para estar a tu lado.

Mis expresiones de afecto a Vidalita. Y no te olvides de que espero con ansia tu cartita pues ya hace mucho que no tiene noticias de ti el que tanto te idolatra

Toribio

[144 y 145] De México a León Mayo 18 de 1886

Adorada Laura:

No creas que está en mí dejar de pensar en los peligros de tu enfermedad. Casi había llegado a tener confianza en las nuevas medicinas que te estás aplicando y me había tranquilizado un poco; mas ahora veo que todas mis ilusiones salieron vanas. Ya tú misma ves que, sin que yo corra peligro, cuando te lo imaginas sufres; pues figúrate si yo podrá estar tranquilo al ver que no es una ficción, sino una horrible realidad.

¡Qué horrible es esto, Laura mía! Algunas veces mi imaginación, cansada del presente, se comienza a forjar ensueños de los más halagüeños colores y no sé por qué siento un peso dentro de mi corazón, un malestar que me inquieta, y al buscar lo que lo produce, desaparece toda mi ilusión para dejar en su lugar tu imagen adorada, pálida y entristecida y enferma.

Siento que mi corazón se destroza y que quisiera juntar en él toda mi sangre para darte vida; pero todo es inútil y me desespero mil veces, porque yo tengo la creencia de que en tu enfermedad, todo lo que no se consiga hacer avanzar tu salud es lo mismo que dejarla retroceder. De manera que la suerte me cierra todas sus puertas y me condena a presenciar, imposibilitado, que vas perdiendo átomo por átomo esa salud que me es tan adorada, por la que daría yo la del mundo entero y con ella la mía.

Me prometes no perdonar medio ninguno para sanar y, sin embargo, al ver que no me dices nada acerca de lo que te escribí de tu ejercicio, creo que lo habrás suspendido y lo peor es que ignorando la causa, me hago mil tristísimos comentarios.

Si la única felicidad que puedo proporcionarte es decirte que te amo, quisiera desgarrar mi pecho para mojar mi pluma en la sangre de mi corazón, para que en ella vieras lo que no me es dado expresarte con débiles palabras que yo mismo desprecio porque no tienen nada que pueda compararse al sentimiento de mi más íntima adoración, a ese sentimiento que algunas veces se transparenta a través de una lágrima, de un suspiro, de una mirada, pero que nunca se descubre en una palabra porque ésta expresa un pensamiento y no una idolatría.

Te veo como a un ángel que dejó el cielo para hacerme feliz y al que yo he correspondido con la desgracia. Si tu inmenso amor te dejara conocer la inmensa parte que yo tengo en tu desgracia, no me odiarías porque no puedes odiar, pero si me retirarías tu cariño. No te vayas a ofender con estas palabras que se me han escapado no sé cómo, perdóname, te lo pido arrodillado.

Mucho te agradezco, vida mía, lo que me dices del express; pero Enrique hace poco me escribió y no me habla nada de eso y no sé de qué dinero se tratará. Hace algún tiempo que se extravió una carta que me mandó el mismo Enrique con una libranza; pero ya avisé para que no fueran a pagarla si la presentaban y no he sabido de otra cantidad.

Mucho también te agradezco que hayas querido emplear tu día de cumpleaños en manifestarme tus expresiones. Es un gran consuelo para nosotros hacernos confidencias, aunque sea por medio del papel. Nos consolamos con la idea de que todas esas confidencias y todas esas palabras van a llegar a nuestras manos, vamos a impresionarnos con ellas y, como cada una de ellas ha sido producida por una palpitación de nuestro corazón, irán a producir a su vez un sentimiento igual al que les ha dado vida.

Algunas veces me consuelo al pensar en la infinidad de esos seres desgraciados que cruzan sin encontrar a su paso un corazón que palpite por ellos; comparado con ese tormento, el nuestro es la felicidad. Porque nosotros vemos siempre nuestro amor como un lugar sagrado al que nos refugiamos cuando la desgracia va tal vez a darnos su último golpe. Entonces tenemos perspectivas, esperanzas, ilusiones que el viento desvanecerá, pero que dejan, como las lluvias que transporta el huracán, un rocío que refrescará nuestra alma hasta que lo vuelva a secar el sol de la tristeza. Nuestros corazones se abatirán como las plantas que carecen de agua, pero a las que el vapor de la noche no dejará morir.

Ya estaba o soñando.
Por esta carta conocerás los vaivénes de mi alma.
Salúdame a Vidalita, a tu madrina y marrina mía dale un beso.
No te olvida un instante tu esposo que te adora.

Toribio

[154] De México a León, agosto de 1886

Vida mía:

Haces muy mal en figurarte todas esas tonterías de que algún día dejaré de quererte. Aunque sea tu mamá la que te lo diga y sea acreedora a que no dudes lo demás que ella te diga, en esto sí, ángel mío, puedes estar segura de nunca se realizarán sus horribles temores. Te dicen que eres tonta y tu lo crees, pobrecita; eres muy humilde. Pero suponiendo yo también que lo fueras, ¿para qué quieres un talento sobresaliente? Eres mía y todas tus dotes debes apreciarlas nada más para mí. Pues bien, si entiendes mi cariño, si comprendes el inmenso amor de mi corazón y si cada latido y cada pensamiento de amor que nace en mí encuentra un eco dulcísimo en tus suspiros y en tu pensamiento, ¿para qué he de querer que entiendas más sí a mí me entiendes? ¿para qué quiero más felicidad que la que tengo de hallar siempre en [mi] memoria el recuerdo tiernísimo de un ser que me ama como yo le amo, de un ángel que no es feliz sino a mi lado y que está triste cuando yo estoy triste y que está alegre cuando yo soy feliz? Si nunca hablamos el lenguaje del pensamiento y el pensamiento es pigmeo delante del corazón, pero tan infinitamente más pequeño que todos los pensamientos pueden expresarse con palabras; pero desde el momento que late el corazón, el mayor sabio y el más rudo y tonto no tienen más lenguaje que el silencio, los suspiros y el abatimiento; y si esto no es así, ¿para qué queremos tener genio si nos basta el amor?

Yo creo siempre lo que tú me dices, creo que hoy me amas mucho más que antes y que más me amarás mientras más tiempo pase. Y ¿por qué?, si yo como tú he mezclado mi llanto a mis promesas y también en momentos de supremo dolor has visto mi tristeza por dejarte; porque lejos de mi Laura, de mi ángel, de mi amor, no hay para mí sino desierto y sufrimientos; ¿por qué tengo yo derecho a exigirte que creas como yo en la eternidad de nuestro mutuo amor?

Mañana es día de tu santo y parece que ya adivinaba yo que en este día tendría que combatir tus dudas y te preparaba una muestra de mi constancia; porque todos los días, cuando acababa la luz de la tarde y antes de emprender de nuevo al estudio, le daba unos cuantos lapizazos al mal dibujado ramito que hoy te mando. Lo comencé el mismo día que recibí tu cartita en que me preguntabas qué había estado haciendo aquella tarde que estuviste sola y triste pensando en mí. Aunque no salió bonito el letrero ni a propósito, sin embargo quise que él te llevara la única frase que puede causarte algo de la felicidad que yo ambiciono para tí.

Te mando también unas violetas que tal vez lleguen húmedas aún con el aliento de mis besos y por último una cajita por el express.

Salúdame a tu mamá. Dile que ya encontré a Andrés Bravo, que vive en las Vizcaínas número 6, que ella dirá si quiere que yo haga algo, que mucho gusto tendré en servirle de algo.

Me despido Laura mía, mandándote un abrazo y mi corazón que te ama y te amará siempre con delirio.
Tu esposo,

Toribio

[167] De México a León Mayo 19 de 1887

Laura mía:

¡Qué de impresiones me hizo experimentar tu cartita! ¡Qué triste me ha parecido tener que usar ahora este medio de comunicación que antes era nuestro único consuelo, pero que ahora ya no es suficiente para calmar nuestra angustia! No puedes figurarte la agradable sorpresa que me causó ver que tu carta había sido dictada por iguales sentimientos y que casi tenía los mismos términos en su principio que la que yo te escribí tal vez a la misma hora que tú. Pero al lado de esta complaciente satisfacción, me esperaba también la tristeza por lo que me dices de tu salud quebrantada; por más que sea una enfermedad a la que ya debía de haberme acostumbrado como siendo de poca importancia, no puede ser así, pues aunque no fuera sino porque te ocasionaba una molestia serviría para apenarme; pero a esto se reúne además la consideración de que tal vez con estos transtornos que te ocasiono pierda tu salud lo poco que había ganado y esto si me desespera. ¡Ay, vida mía! ¿qué haremos para ya no separarnos nunca? ¡Qué ardientes deseos tengo de verte! ¿Qué harás a estas horas en que te escribo, no las impresiones de mi corazón entristecido, que son imposibles de escribirse, sino lo único a que se presta el lenguaje común de la escritura? ¿Qué haces en las noches cuando yo te busco inútilmente; cuando empieza a acercarse aquella hora en que tú me embriagabas de felicidad con tu ternura y yo me extasiaba en contemplar tu rostro divino? Estás triste a todas horas ¿verdad? Piensas en mí. Sino fuera esto, mi corazón al conocerlo moriría y el vacío y el escepticismo, más bien que alojarse en mi pecho, lo desgarrarían y perderían en mí todo lo bueno que ha sembrado tu carácter dulce y abnegado; pero no, esposa de mí alma, en medio de mi tristeza me siento acompañado, en las heridas de mi corazón siento derramarse el bálsamo de la esperanza al pensar que esta ausencia se prolongará mucho menos que las anteriores y que tras de estos días de luto vendrán otros de felicidad. Piensa también en esto, vida mía, no para que te consueles porque el amor no se consuela con reflexiones, pero sí para que a lo menos tu tristeza sea la del amor que espera.

No pude arreglar mis exámenes tan pronto como lo hubiera deseado porque ya las inscripciones estaban cerradas y aún pretendían negarme el examen bajo pretexto de que lo había solicitado fuera de tiempo; pero logré que me lo concedieran y creo con fundamento que el lunes será.

Ya arreglé lo de Bravo de la manera más favorable, dadas las circunstancias en que éste se encuentra. Ya diré a tu mamá cómo; por ahora salúdamela mucho.

Te ama con toda el alma tu esposo apasionado

Toribio

[171] México Mayo 6/888

Angel mío:

Hasta ayer en la mañana recibí tu adorada cartita con unas violettas que simbolizaban la ternura de tu cariño. Ya me desesperaba después de tanto tiempo de no recibir de ti ni una palabra de amor que tan necesaria me era para consolarme en medio de la profunda tristeza que se ha apoderado de mí desde que no puedo verte. Quisiera decirte algo nuevo acerca de mi cariño que por cada momento se acrecenta; pero todo sería inútil porque fracasaría por faltarme las expresiones. Si tú me amas, si tú piensas sin cesar en mí, si tú vives nada más con la esperanza de volverme a ver y sufres con mi ausencia y te duele el corazón al buscarme y no encontrarme, es inútil, a más imposible, que yo te expresara ese amor eterno, esa ternura infinita que no concibo que pueda inspirar nadie más que tú que reúnes la hermosura y la beldad de los ángeles con el amor infinito intextinguible de la mujer que nunca había amado.

Por eso creo que mi amor no tiene más término de comparación que el tuyo, que lo que tú sufres y sientes se comunica a mi corazón por esa cadena invisible que nos unió para siempre desde el primer instante y que nos es tan dulce y estamos tan orgullosos de ella que no cesamos de bendecir.

Mi intención era escribirte esta carta el sábado para que llegara a ti, como siempre, el domingo; porque las costumbres de nuestro amor son para mí sagradas e inalterables, ellas forman las páginas queridas de mi corazón y del tuyo. Pero no sé por qué creí que ayer era viernes y no me desengañé sino cuando al salir hoy encontré el comercio cerrado. Perdóname pues, vida mía, que sea la causa de que tal vez pases un domingo angustiado y triste. ¡Pobrecita hija mía, cuantos males te causo!,pero éste al menos es involuntario.

No me dices nada de tu salud siendo que yo es lo primero que hice en mi carta anterior para que por eso no estuvieras con cuidado. No comprendes que esto me apena. ¿Por qué haces siempre tan poco caso de ti misma?

Siento mucho que tu mamá siga mal. No dejes de saludármela y de disculparme de que en mi carta anterior no lo hice, malcriadez que advertí cuando ya estaba la carta en el correo. Infórmame si ya se restableció de salud.

Adiós, ángel mío recibe caricias de tu esposo que tanto te ama

Toribio

[176] De México a León Septiembre de 1888

Ángel mío:

Por fin puedo ya escribirte que desde que estoy aquí me hallo privado de la felicidad de dirigirte una carta, de depositar en tu corazón los sentimientos del mío: me es tan necesario esto que, después de verte, es para mí el mayor placer.

¡Cuánto he pensado en ti! Anoche me fue casi imposible conciliar el sueño, pero no me pesó. La oscuridad y el silencio traían a mi imaginación toda la hermosa fisonomía, todo aquel aire inocente y amable de mi Laura. Me sentía acariciado por aquellas manitas que al pasar sobre mi frente parecían depositar en ella la tranquilidad. Te hablaba, y veía lleno de orgullo aquella atención que prestas a mis más insignificantes expresiones haciendo grande caso de ellas.

He sentido mucho no haber pasado junto de ti mi cumpleaños y más la manera intempestiva conque tuve que dejarte. Ya me figuraba que el recuerdo de mi primer viaje había de venir inmediatamente a aumentar tu dolor, renovándote una heridaque el transcurso del tiempo no ha sido suficiente ha borrar. Sin embargo, vida mía, qué diferencia tan grande hay entre entonces y ahora. Hoy el término que ha trascurrido nos parece corto; pero entonces, cuando para consolar a mi ángel le decía que iba a hacer lo posible por acabar en cuatro años mis estudios, ese pensamiento que era relativamente consolador era suficiente, sin embargo, para hacer la desesperación de dos corazones que no podían separarse sino desgarrando todas sus fibras. Hoy ya ha concluido el término, ya puedo gozarme en la satisfacción que te causa el verme ahora y pensar que ya nunca nos volvemos a separar, que todos esos trabajos que pasamos ya dieron el resultado que deseábamos y que hoy ya tengo un título regado por nuestras lágrimas y que es para mí doblemente santo porque representa la mayor parte de esa vida afanosa y llena de dulces tristezas que un día debe formar nuestra mayor satisfacción y que hoy ya no consentiría que se borrara de mi imaginación porque ese es el precio con que mi corazón ha adquirido la felicidad de ser digno de tu amor y de tu confianza y la de [que] algún día tal vez próximo pueda ya no separarme de la que ha sido, es y será mi vida, mi adoración, mi universo, mi Dios.

Soy feliz, vida mía, porque después de todo el tiempo que ha transcurrido y a pesar de la ausencia te amo mil veces más cada día. No quiero unirme contigo por deber, por caballerosidad, no, mil veces no; te amo no por obligación; sino porque vivo, porque tu amor es mi esencia, porque sin este amor el mundo para mi dejaría de existir, mi corazón no distribuiría la sangre por mi cuerpo.
Salúdame a tu mamacita.Te adora, te idolatra y besa tu frente y tus labios tu esposo

Toribio

Como hoy es día de fiesta , no pude arreglar mis asuntos para irme el lunes y me iré el martes.

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